Una contra conducida por Messi y un disparo a la escuadra de Alves antes del descanso hacen inútil el esfuerzo del Real Madrid en la primera parte y los goles de Cristiano y Benzema en los últimos minutos. Hubo eliminatoria hasta el último suspiro.
Mourinho lo ha intentado todo en los diez partidos que ha dirigido al Real Madrid contra el F.C. Barcelona: esperar a los de Guardiola, cortocircuitar su circulación de balón, elevar la agresividad de sus hombres, rebajarla, atacar con prudencia, hacerlo sin mirar atrás. Pero el resultado, salvo en la final de la Copa del Rey ha sido siempre la incapacidad de su conjunto para imponerse al blaugrana.
El mejor ejemplo fue este clásico de vuelta de los cuartos de final de la Copa del Rey. Salvo Benzema, Mourinho puso de inicio sobre el campo a todos los jugadores que miran más a la portería contraria que a la propia: Özil, Kaká, Cristiano Ronaldo, Higuaín... Además, Pepe volvió a su posición natural y el doble pivote lo ejercieron Lass y Xabi Alonso. Y luego puso a Granero y a Benzema.
Con eso fue suficiente para desdibujar al Barcelona. Lo hizo por la vía rápida. Con dos ocasiones de Higuaín nada más comenzar el encuentro -paradón de Valdés en la segunda-, con tres tiros de Cristiano y hasta con un balón al larguero de Özil. Antes de que se cumpliera la primera media hora de juego, el alemán vio adelantado a Pinto y se inventó un disparo desde su casa que pegó en el larguero y botó cerca de la línea de gol. De lo mejor del partido.
Tan nervioso pareció poner el disparo a Pinto que se lió de forma inexcusable en el área pequeña y a punto estuvo Higuaín de adelantar a los suyos. Para colmo de males, Iniesta se tuvo que retirar del campo lesionado para dejar su sitio a Pedrito.
Pero ante tanto aprieto el Barcelona, lejos de ahogarse, se vino arriba de la mano de Messi, que metió la directa hacia la portería de Iker Casillas. Fueron todos los defensores blancos hacia él. Xabi Alonso y Lass. También Pepe y Arbeloa. Y al argentino se le encendió la bombilla. ¿Si yo tengo a todos, alguno de mi equipo estará solo?, pareció pensar. Efectivamente, a su izquierda estaba Pedro, que recibió sin compañía para anotar el primero del encuentro, con el que el Barcelona ponía un pie y medio en las semifinales tras la victoria de su equipo en el Bernabéu en el partido de ida.
No tardó nada el equipo de Guardiola en hacer el segundo, aunque antes el colegiado perdonó a Lass la que podría haber sido su segunda cartulina amarilla. Sin embargo, la acción quedó en anécdota cuando de esa falta llegó el tanto del Barcelona. Fue Alves el que recogió el balón en uno de los vértices del área para colocarla en la escuadra de Casillas. Imposible atajar ese balón.
Aunque quiso el Madrid, los dos goles pesaban como losas en el marcador. Necesitaba tres tantos para pasar la eliminatoria. Y seguro que en la mente de los jugadores blancos pesaba el hecho de no haberlos logrado cuando el equipo había tenido las mejores ocasiones. Por eso lo intentó a la desesperada y Teixeira Vitienes tuvo que anular -con acierto- un tanto a Sergio Ramos, que para rematar había agarrado a Dani Alves.
Sin embargo, los de Mourinho no despreciaron ni a la Copa ni a su orgullo y fueron a por todas jugando un fútbol de intensidad que puso los pelos de punta a los aficionados blaugranas. El primer gol llegó con un pase extraordinario de Özil -uno de los mejores de la noche- a Cristiano Ronaldo. Definió el portugués sin problema.
Siguió jugando el alemán, asociándose con Granero, combinando con Cristiano y Benzema. Y fue el francés el que amargó la noche a Pinto, al que no le llegó la camiseta al cuello hasta el término del encuentro. El segundo tanto del Real Madrid dejaba al Barcelona al borde del abismo.
La emoción del resultado fue lo que hizo que tanto antes de esa acción como después de ella el cántabro Teixeira Vitienes tuviera mucho trabajo en las áreas. Pudo haber pitado penaltis en una mano de Busquets, en un derribo de Pepe a Messi, en un empujón de Pepe a Alexis, en el choque entre Puyol con Benzema. No podía pasar de incógnito el árbitro en un clásico así.
A pesar del empate y de la eliminación, Mourinho demostró en el Camp Nou lo que ya dijo en palabras gruesas Pep Guardiola: es el amo de las ruedas de prensa. Porque después de quitarle importancia a la Copa en reiteradas comparecencias fue a por la eliminatoria con toda su alma. Quizá no solo para hacerse con un título, sino para hacer una muesca en la hegemonía del Barcelona. Hoy no consiguió ni la victoria ni el pase a semifinales, pero demostró -apoyado en su liderato en la Liga- que puede volar tan alto o más que el equipo de Guardiola.
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