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8 de octubre de 2010

¡FELICIDADES A MARIO VARGAS LLOSA POR EL NOBEL!

Esta vez sí le cobraron el golazo a Mario Vargas Llosa, pues desde hace varios años habia sido nominado al Premio Nobel y sus jueces decidían pasarle la pelota a otros escritores poco conocidos y de pobre importancia literaria a nivel mundial. Ahora sí Mario Vargas Llosa llegó al área y por fin anotó un golazo de "chalaca", el más bonito y mejor de los goles; es peruano como siempre y hermoso como su motivación para ser realizada. Me refiero a la "chalaca" (no es chilena, sino chalaca) y al gran escritor Mario Vargas Llosa.

VIO JUGAR A PELÉ
Definido como un mediocampista, Vargas Llosa es tan apasionado del futbol que durante su luna de miel en Rio de Janeiro, asistió a un partido que enfrentó a las selecciones de Brasil y Alemania. Aquella ocasión el propio escritor recuerda haber visto por primera vez a Pelé y quedar impactado, para siempre de su extraordinario talento para el futbol.

“Fuimos unos días a Río de Janeiro y conseguimos entradas para poder ver a la Selección Brasileña contra Alemania. Jugó Edson Arantes ‘Pelé’, fue inolvidable. El futbolista más extraordinario que he visto. Un mito y una realidad”, declaró para el diario ABC de España en Julio del 2008.

En su ensayo "Los 11 titulares”, Vargas Llosa define de manera perfecta lo que el futbol representa para la sociedad, destacando la necesidad de ídolos que la gente tiene y puede encontrar en el balompié.

"LOS 11 TITULARES"
Los pueblos necesitan héroes contemporáneos, seres a quienes endiosar. No hay país que escape a esta regla. Culta o inculta, rica o pobre, capitalista o socialista, toda sociedad siente esa urgencia de entronizar ídolos de carne y hueso ante los cuales quemar incienso. Políticos, militares, estrellas de cine, deportistas, cocineros, play boys, grandes santos o feroces bandidos, han sido elevados a los altares de la popularidad y convertidos por el culto colectivo en eso que los franceses llaman con buena imagen los monstruos sagrados. Pues bien, los futbolistas son las personas más inofensivas a quienes se puede conferir esta función idolátrica. Ellos son, claro está, infinitamente más inocuos que los políticos o los guerreros, en cuyas manos la idolatría de las masas se puede convertir en un instrumento terrible y el culto del futbolista no tiene las miasmas frívolas que encarecen siempre la deificación de la artista de cine o de la musaraña de sociedad. El culto al as del balompié dura lo que su talento futbolístico, se desvanece con éste. Es efímero, pues las estrellas de fútbol se queman pronto en el fuego verde de los estadios y los cultores de esta religión son implacables: en las tribunas nada está más cerca de la ovación que los silbidos.

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