El Barsa hizo lo que le dio la gana con su mayor rival, desquiciándolo hasta la desesperación y coronando la fiesta con un gesto de Gerard Piqué a la grada: palma abierta, los cinco dedos extendidos y sonrisa de oreja a oreja, la famosa "manita" era un hecho. El triunfo 5-0 en la 13° jornada de la liga española fue el reflejo de lo que pasó en el Camp Nou. No se puede hablar de excesivo castigo o de buena suerte. Las diferencias fueron abismales.
El Madrid llegaba a suelo catalán despertando respeto, invicto bajo las órdenes de un José Mourinho desafiante como siempre, que decía que su visita al estadio culé iba a ser muy divertida para él. Menos mal.
El que no paró de disfrutar fue Josep Guardiola, perdiendo la cuenta de la cantidad de toques que hilaban sus jugadores ante la mirada de un impotente Madrid. Lionel Messi se gozaba cada jugada y se le notaba. Cristiano Ronaldo sufría cada minuto y eso también saltaba a la vista.
Las risas comenzaron bien temprano. Xavi marcaba a pase de Iniesta. Los dos motores del fútbol blaugrana se combinaron para batir a Iker Casillas.
A partir de ahí, la masacre. Pedro aprovechó un error de Casillas para aumentar distancias y el Barcelona se encontraba con el escenario ideal para jugar a sus anchas.
Lo mejor que hacía el Madrid era reclamar un penal inexistente sobre Ronaldo. El descanso era el momento para ver si podía reaccionar. Nada de eso. Tras la reanudación, el anfitrión siguió ofreciendo su mejor espectáculo y, entonces, David Villa dijo "aquí estoy yo".
Dos pases sensacionales de Messi, dos definiciones a sangre fría. Villa, criticado por Mourinho unas semanas atrás, convertía la victoria en goleada con un doblete.
El Real Madrid se hundió en el caos. Los azulgrana movían el balón a placer y los blancos, fuera de sí, respondían a cada gesto técnico de Xavi, Iniesta o Messi con patadas, empujones y frustración.
Jeffrén se unió al show con otro gol, cerrando una paliza que vuelve a dejar al Barsa en lo más alto.
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