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27 de abril de 2011

MESSI ES EL VERDADERO "PUTO JEFE Y EL PUTO AMO"

Sin duda, el tercero de los cuatro clásicos se presentaba como el más caliente. Sobre todo, después de la batalla de la sala de prensa vivida el martes. Le tocaba hablar al balón y el argumento fue el mismo que en los dos clásicos anteriores. El Barça, a tocar. El Madrid, a esperar.

La posesión barcelonista fue insultante en la primera parte. Tanto, que llegó a exasperar a un Cristiano Ronaldo que se indignó con sus compañeros pidiéndoles una presión que él, por cierto, no suele hacer habitualmente. Fue una de las imágenes que nos dejó un primer acto de intentos de construcción contra propuestas de destrucción.

Los de Guardiola salieron a hacer lo que más les había costado en los últimos clásicos de este empacho: chutar a puerta. Probó Xavi a Casillas en el minuto 3 con un voleón desde fuera del área que el meta atajó. Después, CR7 dio las buenas tardes a Valdés con timidez, en un chut raso más inofensivo que su entrenador en rueda de prensa.

El Madrid seguía sin querer el balón. En algunas ocasiones, se lo pasaba por las manos, como Sergio Ramos en el minuto 4. Quizá demasiado pronto para que Stark sacara su primera amarilla. El alemán perdonó al de Camas y ni siquiera pitó la infracción.

Al Barça le costaba llegar, pero lo lograba a cuentagotas. David Villa la tuvo en un chut cruzado que se fue a la derecha de Casillas. Más tarde, otra vez duelo de 'pelopos' cuando Messi encontró a Xavi y éste retó a Iker, quien respondió con acierto.

El partido transcurría con el mismo guión y a los de Mourinho sólo les quedaba propner peligro en acciones a balón parado. Pero CR7 no tenía su noche y estrellaba una falta tras otra en el cuerpo de los componentes de la barrera.

Antes del descanso, Stark repartió amarillas. A Arbeloa, por una caricia de las suyas a Pedro sin balón. A Alves, por reiteración en las faltas sobre Di María o por compensar la anterior, vayan ustedes a saber.

Lo peor vino en el camino hacia los vestuarios, con un primer pique entre Arbeloa -para variar- y Keita. El ahora delegado madridista Chendo, genio y figura, intervino para poner paz a su manera. La cosa acabó con el meta suplente del Barça Pinto expulsado donde los ojos del respetable no llegan, al parecer por una agresión.

Con la entrada de Adebayor por un Özil en babia, el Real Madrid parecía que iba a proponer lo que no propuso. Simplemente, Mou ordenó ensuciar más lo que ya había manchado en la primera parte. El fútbol del Barça sacaba de sus casillas a un equipo blanco que no encontraba el camino para desafiar a Valdés.

Y después de que Sergio Ramos se ganara a pulso una amarilla que le impedirá estar en el Camp Nou (y que debía ser la segunda por lo que les explicamos anteriormente), llegó el minuto 16. El minuto en el que el contundente Pepe sacó a pasear sus tacos ante Dani Alves. Stark, tras consultar con sus asistentes, tomó la decisión que encrespó al Bernabéu: el portugués, a la calle.

Fue una roja tan justa como la que se llevó -de forma verbal, como es preceptivo- Mourinho por su show en la zona de banquillos. Esos shows que tanto gustan a quienes saborean -siguiendo con aquello de la "central lechera" de la que hablaba Guardiola- el fútbol de 'leches', ese fútbol que es lícito hasta cierto punto pero que nunca debería ser más que el fútbol espectacular, el fútbol que propone el Barça desde que Guardiola dijo aquello de "abróchense los cinturones".

Evidentemente, era otro partido. 11 contra 10 y sin excusas de ese tipo para Mou, aunque él puede decir misa, visto lo visto. Era cuestión de tiempo. Cristiano, mientras, seguía a lo suyo. Otra falta a 33 metros de la meta de Valdés y el balón, a la segunda gradería, al tiempo que el de Madeira bajaba los brazos, en señal de impotencia. Es el mejor del Madrid, sin duda, pero esta vez estuvo más apagado que los aspersores del Bernabéu para regar el 'pasto'.

Fue mala noticia la lesión de Pedro tras un intento de remate, auspiciada por un 'inocente' pisotón de Marcelo que solo las cámaras de televisión vieron. Saltó al campo Afellay, quizá sin imaginar que sería el protagonista de la jugada que abrió la gloria del Barça en Chamartín. Ibi, más Ibi que nunca, puso la directa para sacar los colores a Marcelo y conectó un centro que el mejor del mundo, Leo Messi, transformó en gol.

El delirio entre los incondicionales del Barça situados en los altos del Bernabéu. Messi habló en el campo, no como quien suele ganar los partidos -o eso cree- en la sala de prensa. Dirá que contra 10 mientras piensa cómo se bebe su vasito de leche merengada antes de irse a dormir, pero lo cierto es que ese gol hacía justicia después de muchos días de honra al fútbol de 'leches', ese que solo sirve para glorificar el resultado por encima del espectáculo.

Mientras los madridistas deambulaban desesperados por el no regado césped, el Barça seguía a lo suyo. Tocar, tocar y tocar hasta que en la recta final Messi volvió a aparecer. Cristiano Ronaldo, que seguía con los brazos bajados, fue espectador privilegiado de la carrera del '10', dejando atrás a todo aquel que le desafiaba, para alojar el balón en la portería de Casillas otra vez.

0-2 y a casa, a esperar el segundo asalto del próximo martes, con Wembley en el horizonte. Guardiola dejó disfrutar de la fiesta hasta a Sergi Roberto, quien disputó los últimos instantes en lugar de Villa. Ya lo dijo Pep: Mou es el "puto amo" de la sala de prensa. Pero en el césped, el "puto amo" es Messi. Y el "puto amo" del fútbol, de ese fútbol que deslumbra y que merece premio, es el Barça.

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