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27 de junio de 2010

INGLATERRA ELIMINADA EN MEDIO DE CRÍTICAS AL ARBITRO

Han pasado 44 años pero las normas del fútbol no evolucionan, quizá para que la polémica retroalimente el negocio. Entonces, Alemania perdió en Wembley una final del Mundial porque Gottfried Dienst, un árbitro suizo, concedió un gol ilegal del inglés Hurst. La televisión en blanco y negro era tecnología punta. Este domingo, en Bloemfontein, se produjo la venganza.


El duelo se cerró con una danza alemana, con un 4-1 inapelable para una selección con pinta de poder luchar por el título, pero una acción marcó su desenlace. Era el empate a dos, un golazo de Lampard. Su balón bombeado dio por dos veces en el travesaño, botó unos dos palmos dentro y lo recogió el portero Neuer, alucinado. Todos aceptaban las tablas provisionales menos el charrúa Jorge Larrionda y sus secuaces.

No conceder ese tanto en pleno siglo XXI y en un Mundial tendría que ser un delito de cárcel. Peso así está montado el circo de la FIFA, al margen de las normas de la lógica.

Esa acción no debería empañar un partido colosal de Alemania, que desnudó el sistema inglés, con un arranque demoledor y un contragolpe extraordinario. Otra vez, Özil entre líneas y el emergente Müller con su zancada característica, hicieron las delicias de los aficionados imparciales, entregados a la ofensiva teutona. Y James, sustituto de Green, se comió otros dos balones. Dos calamidades.

Klose puede con todos
Klose volvió en su mejor versión. Mantuvo el balón, se peleó con todos, se vino a banda, se revolvió como un enano en el área pequeña y anotó su gol, como siempre.
El primer tanto ridiculizó a la retaguardia inglesa. Un saque largo a balón parado del portero, una porfía en la que Klose gana a Upson y un remate de un «9» perseverante, no de esos que se tiran al recibir el primer contacto. El segundo fue extraordinario. Klose vio el agujero inglés, se vino a la cal, combinó con Müller, éste con Podolski y el otro «polaco» de Alemania se aprovechó del
hueco dejado por James.

Lo mejor del caso es que los ingleses casi no protestaron, algo impensable en cualquier otro país con una filosofía diferente del deporte. Orgullosos, intentaron desmelenarse en la reanudación pero firmaron su rendición. Dos contragolpes impensables para un equipo de Capello que atacaba con todo. Demasiada ventaja para Müller y sus socios. Otra batalla histórica que dejará consecuencias. Los primeros «muertos» serán uruguayos. No pitarán más en Sudáfrica y pasarán a la antología del disparate.

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